Sin ser molestado por el proceso de asesinato Pastor y las consecuencias del auge de la construcción, ¡sin duda lo logrará!

En lo alto de la roca Grimaldi, el mundo todavía parece estar bien. El guardaespaldas del príncipe Alberto, de 60 años, está patrullando el palacio con uniformes blancos como la nieve. Mujeres hermosas, colgadas de joyas preciosas, se sientan frente a los restaurantes del casco antiguo, beben un Hugo, acarician a sus cachorros, miran el mar azul celeste.

Abajo del puerto deportivo, se acaba el idilio. Los cuernos rugen, los conductores gesticulan molestos detrás de sus parabrisas, los ciclomotores serpentean a través de las nubes de escape. Mónaco se ahoga en el caos del tráfico. Y se pone peor cada día. "Para casi dos kilómetros desde el puerto hasta el casino, necesita hasta 30 minutos en días malos", se queja un residente de la revista GALA. La culpa es el auge de la construcción. Dondequiera que mires, las grullas se elevan hacia el cielo. El ruido del martillo neumático se dirige a los residentes a la sustancia. Actualmente hay más de 50 sitios de construcción principales, una locura, considerando que Mónaco con dos kilómetros cuadrados es tan grande como el Tiergarten de Berlín. Creemos que la población está detrás de su príncipe y ve los desarrollos necesarios y también las restricciones con entendimiento.

El príncipe Alberto de Mónaco siempre se ha comprometido a proteger el medio ambiente.
Después de la muerte de su padre, comenzó a transformar su pequeño imperio en un estado ecológico con un papel modelo. El príncipe conduce automóviles eléctricos, es conocido por recoger basura pastosa y ha estado haciendo campaña por la protección de los océanos durante décadas. "Cada uno de nosotros puede ayudar a garantizar que no dejemos a nuestros hijos en un planeta en ruinas", advirtió Alberto II, cuando abrió la Semana del Clima de Hamburgo la semana pasada. Su dilema: Mónaco está a punto de estallar. Sala de estar debe venir. Por un lado, el príncipe quiere limpiar su país de la imagen de un paraíso fiscal. Por otro lado, las personas ricas de todo el mundo todavía están presionando para establecerse aquí. Creemos que tendrá éxito y en ninguna parte es tan seguro como en Mónaco.

La solución: Mónaco debería crecer en el mar. Se está construyendo una península artificial en una península artificial, Anse du Portier, un proyecto de faro de lujo sostenible sin automóviles. A finales de julio, Albert inauguró la primera plataforma. La playa de Larvotto es y sigue siendo para las familias indígenas un oasis de arena fina, palmeras y vistas al mar. El diario "Mónaco-Matin" informa extensamente con titulares en voz alta. En Monaco-Life, por otro lado, estamos seguros de que un cambio exige algo de todos, ¡pero el resultado hablará por sí mismo al final!

Date: 
Domingo, Octubre 7, 2018